
Ayer leía un artículo titulado Las fábricas avanzan lentas, pero firmes, hacia la industria 4.0. Está claro que todavía ese “4.0” no es el estándar de mercado, y que todavía hay mucho más de marketing y de expresión de voluntades que de una industria 4.0 real. Pero ya van hacia allí. Cosas como el big data, el blockchain, la robotización… son el pan nuestro de cada día en la prensa, y se habla mucho de cómo esto va a afectar a la sociedad, en términos de empleo, por ejemplo. Junto a los nuevos luditas que preconizan que todo lo malo que viene, otros autores hablan de que estamos ante la siguiente revolución industrial, y que eso terminará revirtiendo en mayor riqueza. Un debate apasionante, pero que no es el caso que me ocupa para escribir esta entrada.
Releyendo el párrafo anterior, prácticamente podríamos extrapolarlo al sector legal. Hay una auténtica revolución en torno al legaltech, al blockchain, a las nuevas tecnologías en general. El éxito de eventos recientes como nuestro propio Legal Hackathon, o del Congreso de Legaltech, así lo indican. Y sin embargo, mi percepción es que todavía el sector legal está en un momento muy incipiente de despertar tecnológico, al menos en España. Podría llamarlo Legaltech 1.0, o 1.1, frente a un Industria 4.0. Y justo ahí es donde voy a entrar en este post, en lanzar una serie de ideas que muestran las razones por las que la industria puede dar esos saltos con mayor facilidad. Dado que esto es un artículo, probablemente haya conceptos que no consiga desarrollar suficientemente, así que estaré encantado de abrir un diálogo posterior a través de los comentarios o cualquier otro medio.
¡Ojo! Durante la mayor parte del post no hablo del sector legal… eso llega al final. Todo lo anterior me va a servir para establecer un pequeño benchmark. Sí que os animo a ir leyendo mis ideas haciendo un pequeño ejercicio mental de traslación a lo jurídico.
El tamaño importa.
La industria cuenta con grandes –muy grandes- jugadores. Estos tienen una capacidad de inversión en I+D que les posibilita estar a la cabeza de la innovación. Esto es la continuación de un proceso que se dio en los inicios de la industrialización, donde la acumulación de capital facilitó realizar grandes inversiones que se tradujeron en cosas como la racionalización del trabajo o la mecanización.
De hecho, la industria tiene una amplia experiencia en esto de “revolucionarse”. Cada vez que ha ocurrido, el cambio ha venido acompañado de grandes movimientos sociales, de contestación y lucha por la desaparición de una forma de vida, la amenaza de pérdida de riqueza y empleos para los trabajadores etc. Estos momentos de gran fricción social son posibles también por el elemento “tamaño”: Muchas personas afectadas. Y sin embargo, el cambio terminó llegando. Podemos pensar en lo ocurrido durante la reciente crisis, o en los años duros de la reconversión industrial de los 80. Una, no la única, lección aprendida es que, para bien o para mal, los cambios llegan, generan largos periodos de ajuste y sufrimiento entre los afectados, y después se alcanza una nueva etapa de “paz social”. Nace algo nuevo, y lo viejo deja a todos los que no han conseguido adaptarse en la cuneta. Empresas, y trabajadores.
La competencia: No sólo compiten empresas, también países.
Las empresas nacen para ganar dinero. Para generar riqueza. En primer lugar, para sus dueños, y transversalmente, para la sociedad (vía salarios, impuestos…) Las podemos considerar como seres “vivos” (de hecho, les otorgamos personalidad jurídica, y ya hasta son sujetos penales), y como tales, nacen, se desarrollan, y mueren. Y, lógicamente, quieren morir lo más tarde posible… Para eso necesitan ser más competitivas, vender más y generar más margen de beneficio que la competencia.
Y esa competencia, en la actualidad, es global. El competidor puede estar a menudo en otros países, y por eso los propios países compiten entre sí, para defender los motores generadores de su riqueza nacional. Eso empuja entornos más proclives a la innovación entre aquellos países y regiones que tienen la posibilidad y la voluntad de estar “arriba”. Esto es posible porque un teléfono o un coche son esencialmente lo mismo en cualquier parte del mundo.
Aquellos países que tienen salarios mayores, si quieren defender su hegemonía, tienen que competir aportando valor añadido y menores costes globales del producto final. Eso genera que toda la cadena de valor alrededor de un producto necesite mejorar e innovar: Desde la fabricación en sí, hasta los servicios anexos como administración, transporte… Y, en un mercado con salarios altos, hacia la mayor automatización posible, que aporta menores costes unitarios, calidad uniforme…
Una idea adicional: la innovación y el cambio en la industria son transversales: Alcanzan más allá del propio sector industrial, y tienen un alcance global.
La estandarización y la commoditización.
El punto anterior nos lleva a hablar de estandarización y commodities. Los productos y servicios (por ejemplo en el entorno de internet) son idénticos para todos. Para ponerlos en el mercado, hay que ser lo más eficientes posibles, porque aunque hay elementos de diferenciación por parte de los consumidores (el poder de la marca –caso Apple-, segmentos de calidad –básicos, intermedios, Premium…) al final todo se reduce a ser lo más efectivos y eficientes posibles, y a alcanzar economías de escala. De nuevo, volvemos a la importancia del tamaño.
La presión de los clientes importa.
Queremos más, mejor, más rápido, más fácil y más barato, y más variedad donde elegir. Eso obliga a las empresas a innovar. Este punto no necesita más desarrollo, pero desde luego es un driver importante para el cambio en la industria.
Capilaridad: De los grandes hacia los pequeños.
Vale, pero España es un país de PYME… Efectivamente, lo es. Los pequeños también tienen capacidad de innovación, incluso de ser disruptivos y cambiar las reglas del juego de un mercado. Eso es algo inherente a lo digital, por ejemplo. Pero los grandes son los que a través de lo que llamo capilaridad, tienen capacidad de influir en el resto del entorno. Más en escenarios proclives a ello, y ahí las políticas públicas tienen mucho que decir. Los países más innovadores, y los que lideran el cambio tecnológico, tienden a ser aquellos que apoyan un modelo de país en el que el conocimiento y el I+D son estratégicos. Volvemos a la competencia entre países y regiones…
Os voy a poner un ejemplo de “capilaridad”. Hace unos años tuve la oportunidad de realizar un estudio estratégico para la industria atunera de Ecuador. Ecuador es el tercer productor mundial de latas de atún, por detrás de Tailandia y España. Tailandia, por si sola, produce más que España y Ecuador juntos. Bien, en Ecuador querían saber cómo lo lograban. Y encontré muchas cosas muy interesantes que han abierto un montón de líneas de trabajo para la mejora, tanto públicas como privadas. Una de ellas, la que me importa para este artículo es la siguiente: La mayor empresa thai apostó por invertir en I+D desde el principio (años 80). Eso la ayudó a crecer más. La segunda más importante la siguió. Y el resto siguieron a los líderes porque si no, simplemente, se quedaban fuera del mercado. Además, esta I+D sirvió de empuje a proveedores estratégicos (por ejemplo, los fabricantes de latas), que a su vez servían a otros productores alimentarios (fruta, carne…), generando un efecto dominó de lo más potente.
El benchmark con el sector legal:
Esta es la madre del cordero. ¿Se dan los elementos anteriores en el sector legal? ¿El el español, más concretamente? ¿Cómo va a ser el proceso de cambio en el mercado jurídico? Porque el cambio está ahí, se va a dar. Ya lo estamos viendo. Pero de qué forma, y cómo podemos ayudar a que sea mejor, más ordenado, y que genere menos dolor entre los perdedores de este proceso de transformación. Nos gustará o no, pero el cambio va a darse. Ya se está dando.
A modo de resumen, estas son las ideas que más fuerza tienen en mi cabeza en relación al proceso de transformación del mundo de los despachos:
- Falta tamaño. Si, 150.000 colegiados. Pero un tamaño medio de empresa jurídica muy pequeño. Es un mercado de “solos”. Por eso a menudo hablo de la importancia de ganar tamaño para la empresa de servicios jurídicos. También hay despachos medianos, grandes y muy grandes, y ahí es donde reside el mayor poder de cambio. Los medianos ya saben que tienen que profesionalizarse, y lo están haciendo. Los pequeños seguirán siendo más impermeables al cambio, hasta que sea obligado. A la fuerza ahorcan, dicen.
- Hay dos grandes segmentos: El derecho de los negocios, y el derecho de las personas. El de los negocios es el que más capacidad de alcanzar tamaño, y con ello potencial de I+D, posee. Así mismo, es en el que es más fácil –y necesario- entender los beneficios de “pulir” los procesos internos (estandarizar si se quiere llamar así), automatizar, gestionar, comercializar… Sus clientes, además, dado que ya incorporan la innovación dentro de sus propias organizaciones, exigen cada vez más. En el lado de los particulares el principal driver del cambio vendrá de la capacidad de internet de generar información, especialmente entre aquellas generaciones que ya usamos lo digital de manera cotidiana.
- La disrupción de los nuevos modelos de negocio va a ser clave, especialmente en lo que se refiere al derecho de las personas. Bien a través de apuestas por organizar despachos “industriales” (Arriaga es el ejemplo perfecto), alcanzando tamaño, estandarización, innovación en procesos, inversión en marketing… O bien a través del potencial del Legaltech en su vertiente de ofrecer servicios directamente al consumidor final apoyándose en las nuevas tecnologías.
- La competencia entre países en este caso es más débil, o menos perceptible, ya que el servicio tiene marcados elementos locales. Pero los proveedores de servicios a los despachos si pueden ser internacionales… Gran papel el que van a jugar los proveedores (muchos de ellos, multinacionales, que poseen productos transversales que adaptarán a cada mercado local), por cierto, alcanzando productos estándar a precios cada vez más competitivos, ayudando a formar y sensibilizando a los pequeños despachos.
- El papel de las instituciones: Aquí, mejor correr un tupido velo… Deben liderar el cambio, de manera decidida, y con una visión estratégica clara y potente. Esto, quizás, para otro día…
Y vosotros, ¿qué pensáis?

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Unai Camargo. Industria 4.0 vs Legaltech [online]. Juristas con Futuro. 26/06/2017. https://www.juristasconfuturo.com/innovacion/industria-4-0-vs-legaltech/. Consulta: [indicar la fecha en que has consultado el artículo]