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Igualdad

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Como ideal, la igualdad ha constituido durante más de dos siglos una poderosa fuerza política que en los tiempos actuales ha adquirido un vigor impresionante. El concepto de igualdad, sin embargo, ha sido interpretado y aplicado de maneras radicalmente distintas.

En efecto, la palabra se ha usado al mismo tiempo para afirmar que el hecho de que todos los hombres son iguales y para proclamar el ideal de que los hombres han de ser tratados en un plano de igualdad estricta. Uno de los más importantes problemas siempre ha consistido en buscar un fórmula que sintetice ambos aspectos del ideal de igualdad y libertad, y encontrar una adaptación viable del ideal de igualdad a ideales tales como los de libertad, justicia, progreso, eficiencia social. Pero también en referencia a la igualdad laboral, donde hoy en día vemos como incluso diseñar un plan de igualdad en empresas es una obligación moral y hasta social, pero no sólo eso, sino también una imposición legal, pues miles de empresas deberán implantar un plan de igualdad en los próximos años.

Una breve referencia a la historia del concepto ayudará a comprender algunas de las principales diferencias que se han producido en su interpretación y algunos de los importantes problemas contemporáneos que han surgido a la luz del ideal.

El concepto de igualdad apareció en la filosofía política griega, aunque más bien para formular un ideal que para constatar un hecho. En Grecia, la creencia de igualdad de todos los hombres, aunque no estuviera quizá del todo ausente en la filosofía, no llegó a pesar demasiado en el pensamiento político. El concepto de igualdad iba unido al ideal de justicia, y exigía que los hombres recibieran igual trato, pero no que fueran iguales. Tratar con igualdad a los desiguales hubiera sido tan injusto como tratar a los iguales desigualmente. El ideal griego consistía en una trato igual a todos los ciudadanos, dentro de la ley, es decir, que en casos similares la ley debía aplicarse de un modo similar. En general, entre los griegos, la noción de igualdad fue una norma de derecho esencial para el desarrollo del mismo, exigiendo que la ley fuese formulada en términos generales y aplicada imparcialmente.

Durante las épocas del estoicismo y cristianismo, el concepto de la igualdad se volvió más radical, ya que por participar igualmente de la razón universal o por ser criaturas de Dios, todos los hombres son iguales en dignidad o importancia, pese a las diferencias de rango, poder o riqueza, afirmándose un hecho más que un ideal, un hecho sobre la importancia cósmica del hombre o su significado ante los ojos de Dios. En la edad media no se advirtió ninguna incompatibilidad entre la doctrina cristiana y la feudal, la monarquía hereditaria y la esclavitud. Hasta hace unos años no se vio ninguna incongruencia entre la doctrina de que hombres y mujeres son iguales a los ojos de Dios y el hecho de que solo los hombres detentaran el derecho de voto y fueron los únicos cabezas de familia, mientras que las mujeres eran consideradas incapaces de ejercer la mayor parte de las actividades. Es de notar que entre los primeros cristianos y en el cristianismo posterior prevaleció un poderoso ideal de igualdad. Este ideal, muy distinto al concepto griego de igualdad legal, exigía que, dentro de la comunidad cristiana, cada uno participase en los trabajos y aflicciones de los demás. Pero por conmovedora que fuera la devoción a este ideal dentro de pequeños grupos, no ha tenido, por lo menos hasta hace unos años, gran importancia política, ni se ha tomado como guía para la reforma de instituciones políticas y sociales.

A partir del siglo XVII el ideal político de igualdad ha supuesto una gran fuerza revolucionaria. En aquella época, los hombres nacen iguales y como seres racionales poseen iguales derechos ante las leyes de la naturaleza, que pueden ser descubiertas por la razón y que son leyes divinas. La afirmación de este hecho se transformó en ideal político al  comprobarse que los hombres, iguales por naturaleza, se enfrentan con desigualdades artificiales en el orden político y social. El ideal recibió un contenido negativo al ser contrastado con desigualdades específicas: la autoridad de los reyes, los privilegios de los nobles, la hegemonía masculina o la supremacía de la raza blanca. El contenido positivo, basado en el ideal de la libertad, consistió en la igualdad ante la ley y en la igualdad de derechos políticos y civiles: derecho a votar y asumir cargos públicos, derecho a contratar y adquirir propiedades o disponer de ellas y derechos a la libertad de palabra y de creencias. Esta interpretación del ideal, algo afín al concepto griego, reclama un gobierno de poderes limitados, que actúe bajo el imperio de leyes generales aplicadas o interpretadas por jueces imparciales: un gobierno de leyes y no de hombres. La doctrina política que apoya esta idea de gobierno en una combinación de los ideales de igualdad y libertad ha merecido amplia aceptación durante más de 200 años.

En el siglo XIX fueron muchos los que opinaron que hablar de igualdad y legalidad política no dejaba de constituir una burla cuando unos pasaban hambre mientras otros nadaban en la abundancia, cuando la mayoría trabajaba de sol a sol en condiciones penosas mientras los privilegiados vivían envueltos en toda clase de lujos y comodidades. Tales puntos de vista han inspirado diversos programas encaminados a reducir las desigualdades económicas y sociales, y llegaron a reconciliarse en el ideal de igualdad de oportunidades. Esta formulación encaja dentro del cuadro de igualdad de derechos civiles y políticos, pero requiere cierta nivelación de las condiciones bajos las cuales ejercen los hombres sus derechos y de los medios empleados para ello. Sin embargo, esta conciliación no parece demasiado estable, pues cualquier intento de proporcionar auténtica igualdad de oportunidades requeriría una acción más positiva que la compatible con las forma de gobierno tradicionales por la ley, de la igualdad de derechos y de la libertad, brindar mejores oportunidades a los hijos o el reparto igual de cargas y beneficios. La suerte, las diferencias de capacidad, las depresiones económicas, guerras, enfermedades, mutaciones sociales y catástrofes naturales intervenían de modo dispar entre los ciudadanos, creando así desiguales oportunidades.

En el siglo XX se produce una evolución hacia la igualdad sustancial, es decir, la igualdad de medios para satisfacer las necesidades de todos los hombres, donde se produce también una subordinación del ideal de libertad y cierta transformación en el concepto de la propia estructura y función del gobierno. Sabemos cómo obtener una medida de igualdad legal o política e incluso un cierto grado de igualdad de oportunidades, pero desconocemos todavía la manera de construir en el mundo una comunidad social en que todas las cargas se repartan igualmente y todas las necesidades se satisfagan con equidad. Ignoramos incluso hasta dónde es compatible esta idea con el resto de ideales.

En la actualidad, la igualdad ante la ley es uno de los principios fundamentales del constitucionalismo moderno en unión del de libertad. La igualdad no se refiere a los caracteres físicos del individuo, ni siquiera a los económicos, sino a la situación ante la ley. La Revolución Francesa fijó sus objetivos en la trilogía de la libertad, igualdad y fraternidad; la igualdad sólo es posible entenderla en relación con el derecho, con la ley, ante los cuales todos los hombres obtendrán la misma consideración. El artículo 1º de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano manifestaba que «todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos»; el 7º desarrolla este principio de igualdad declarándolos igualmente admisibles a todas las dignidades, cargos y empleos públicos, según su capacidad y sin más distinción que la de sus virtudes y sus méritos. La declaración se ha reiterado en casi todas las constituciones y declaraciones de derechos. Así, en España, la Constitución de 1978 proclama en su artículo 14 que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer distinción alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra condición o circunstancia personal o social.»

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¿Qué es y donde surge la igualdad?

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